Mundial de Escritura, Día 7:

«Pictures of you»

Desde el martes 1 de Julio de 2020 he estado participando del “Segundo mundial de escritura“, una competencia por equipos que busca incentivar el hábito diario de la escritura. La modalidad del mundial consiste en formar equipos de ocho a trece personas que, todos los días durante dos semanas, deben escribir un relato de 3000 caracteres basado en la consigna del día, que diferentes escritores de talla internacional asignan a los participantes.

Durante catorce días voy a compartir los cuentos que escribí junto a la consigna que nos asignaron.

La séptima consigna, dada por Hilario González.

En este ejercicio me tomé muchas licencias, quizás, quise seguir la parte de «algo que no sucedió» pero me dejé llevar un poco más por un comentario que justo encontré en youtube, en el video de Pictures of You de The Cure (que por alguna razón me dio ganas de escribir mientras hacía el ejercicio.

Este fue el comentario en cuestión

Si quieren, pueden escuchar la canción mientras lo leen.

No fue fácil crecer sin su madre, mucho menos en las circunstancias en las que había muerto. A menudo pasa que los suicidas despiertan desde muy temprano una extraña curiosidad en sus hijos y con ella no había sido diferente. Pasó mucho tiempo intentando apaciguarla. Desde la infancia, mientras otros aprendían de la muerte al perder a sus mascotas o abuelos, ella exploraba rincones muy oscuros dentro de su imaginación. Rincones en los que a veces se perdía sin poder salir. Lo que había más allá no le importaba, su preocupación era encontrar un camino. La propia mortalidad la atemorizaba casi tanto como la fascinaba. 

En la adolescencia lo intentó por primera vez. Sacarle de adentro las pastillas no fue difícil y, aunque el susto le bastó para tranquilizarse por un tiempo, en su pecho seguía habiendo un vacío que, estaba segura, solo llenaría cuando muriera.

El tiempo pasaba y ella nunca sintió que las cosas mejoraran. Cada tanto se calmaban las aguas, pero la marea siempre amenazaba con crecer y tragárselo todo. A veces incluso pasaban cosas que le servían de excusa para poder pensar y planear. Un novio que se va, una pelea con su papá o alguno de sus amigos, un mal día, o las cosas que veía cuando estaba oscuro y cerraba los ojos. Cualquier cosa servía de disparador. A veces se contenía escuchando música o leyendo. Eran buenos escapes, pero tarde o temprano siempre había que volver a la realidad.

El último intento fue en octubre. Ese año había empezado malparido cuando atropellaron a Sueño, su gata. Siguió con la peor crisis vocacional que había tenido desde que entró en la universidad y,  por último, la ruptura con Verónica. Cuando se dio cuenta ya era tarde, estaba demasiado enterrada.

Pasaba la mayor parte del tiempo acostada. A veces dormía, si no, se conformaba con mirar al techo, poner música y fumar. Si cerraba los ojos pasaba algo. 

No hacía falta estar quedándose dormida, nada más necesitaba unos minutos de silencio para sentir que el colchón se hundía a la altura de los pies. Le daba miedo a veces, pero también había otras en las que la hacía sentir acompañada. Era extraño intentar amistad con alguien invisible, con un amigo imaginario.

Hubo un día, sin embargo, en el que ni siquiera él apareció. Un domingo muy gris. Llovía y no se había levantado ni para comer algo. Harta ya, cuando se hicieron las ocho de la noche, fue hacia el living. Hacía poco le habían regalado un tocadiscos, de esos nuevos que no sirven para nada, pero que por lo menos usaba para escuchar los vinilos de su mamá que había encontrado adentro de un placard en lo de su viejo.

Vaya a saber uno por qué se le ocurrió que tenía que elegir música para hacer eso. Lloraba mientras pasaba los sobres de cartón. Había descubierto hacía poco que su mamá y ella tenían tanto en común. The dark side of the moon, Led Zepellin IV, Artaud, Scary Monsters (and super creeps) y los que más la habían impactado, Unknown pleasures de Joy Division y Disintegration de The Cure. 

Le había parecido que era oscuro hasta para su mamá. Muy privado, de alguna forma. Solamente se había sentido así una vez que encontró un libro de Pizarnik en lo de su abuela y otra en la que vio fotos de su papá y su novia de ese momento en una playa nudista. Ahora cualquiera escucha eso, pero le pareció que en el caso de su mamá significaba algo. Un grito, quizás, o una forma de sentirse contenida sino.

Sacó el de The Cure y, de adentro del sobre de papel manteca que había entre el vinilo y el cartón, se cayó un papel. 

No lo había visto nunca antes. Solamente había sacado el vinilo una vez, pero el papel debería haber aparecido entonces. Se lo llevó a la cocina donde estaban las pastillas y el whisky. Se sirvió en un vaso, sin hielo, y abrió el papel.

La hoja la habían arrancado de un cuaderno hacía mucho, pero estaba casi nueva. Decía “Mariana”, escrito cinco veces con diferentes letras, con corazones y estrellitas dibujadas. Y, abajo en una cursiva pulcra y prolijísima , su mamá había escrito una frase de Pictures of you. 

There was nothing in the world
That I ever wanted more 
Than to feel you deep in my heart
There was nothing in the world 
That I ever wanted more
Than to never feel the breaking apart

Lloró más fuerte. Sentía una mezcla de vergüenza con alegría. Pensó en todas las veces en las que le había reprochado cosas a fotos amarillentas. Una vez hasta había roto una en la que salían las dos. Se sintió injusta. Le pidió perdón. Se pidió perdón y corrió con el papel en la mano a buscar el tema y una birome. Las pastillas quedaron adentro del blister. Tuvo que arrancar una hoja nueva para que le entrara.

You were stone white
So delicate 
Lost in the cold 
You were always so lost in the dark
Remembering you how you used to be 
Slow drowned 
You were angels
So much more than everything 

Desde esa noche el disco quedó siempre en su cuarto con los dos papeles adentro y una foto vieja, en blanco y negro, de su mamá cuando tenía su edad. A veces volvía a perderse en lo oscuro de su cabeza, sí, pero ahora había alguien que siempre la ayudaba a salir y, cuando pasaba que la venía a visitar y se sentaba en los pies de la cama, jugando, se hacía la dormida. Así, antes de irse, sentía la caricia tibia de la mujer de la foto.

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